26 de octubre de 2010

nací un día que no recuerdo

nací un día que no recuerdo,
que marcaron mis padres como mío,
y esperé año con año a que llegara
hasta que entendí no era una meta,
sino un punto de partida

bebí con las sirenas,
y se me llenó de sal la mirada y el gusto,
de noche me cobijaron los grillos,
y conocí una canción que aún no canto,
me perdí mientras jugaba a ser niño
y aprendí sin querer, sin saber de permisos

se fueron sumando horizontes,
detrás de mí se amontonó el camino,
la oscuridad me rodeaba como un líquido espeso,
esperaba que la bebiera, que la llevara conmigo

estudié rodeado de absurdos,
tontos disfrazados de niños,
tontos que quisieron enseñar que sabían,
y escuché las risas por preguntar,
y miré los dedos que señalaron
mientras yo tan sólo intentaba volver

aprendí a tejer lazos,
a hacer nudos que aún no desato
y puse lo mejor de mí a una labor
que no concluyo

volví a mirar mi pasado,
sin detenerme, sin inmutarme,
y por sobre el hombro comprobé, aliviado,
que seguía a suficiente distancia, sin cambios

así que llené de caminos las horas,
encontré mujer donde multiplicarme,
aprendí al unísono a elegir mal,
y a amar por siempre

mi interior se volvió cada día más pesado,
mis laberintos cada vez más complejos,
no hubo ya ninguna ruta directa,
y yo sin saber leer los labios del mar,
ni el recado en la arena

perdí la prisa, me dejó muy atrás hace tiempo,
aferrado a mi sombra -cosida a lo peter pan-
colecciono palabras, curvas de carretera,
besos que dan un norte, adioses que aclaran siempre,
y lleno libretas al borde,
dando a luz hojas en las que anochece

pregunto y pregunto
y no hay quien responda;
díganme:a casa, ¿cómo es que se vuelve?

5 de octubre de 2010

al interior

llevo horas limpiando recuerdos,
extendiéndolos sobre la cama, disfrutándolos.

evito las cronologías, las prioridades,
los revivo como aparecen, como les apetece
saltar de mi memoria.

a algunos les da por convivir, por mezclarse,
así mi hija juega conmigo de niño,
mis padres, muy jóvenes, se saben viejos felices,
todos mis amigos conviven atemporalmente,
nunca falta el ron, y a ninguno hemos llorado todavía.

en mi cabeza existe una sola regla:
cada uno tiene un lugar específico donde volver a instalarse.

si de día conviven entre ellos, a mí me da por escribir,
por platicar y contar que alguna vez viví, y fue bueno.
pero de noche cada historia regresa a su contexto,
entonces es que recuerdo líneas completas, escenarios,
los personajes permanecen en su tiempo, y todo es crudo y es real,
y es cuando más aprendo.

por eso, si alguien me preguntara en este instante "¿qué haces?"
yo miraría la cama sonriendo para, sin pena, responder que sueño.